El príncipe Bin Salman se apoya en Pekín para relanzar su imagen internacional tras el ‘caso Khashoggi’
La visita a China del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán (MBS), se tradujo este viernes en la firma de jugosos acuerdos entre ambos países, sobre todo energéticos. El principal acuerdo responde a un proyecto conjunto entre Aramco, el gigante petrolero estatal saudí, con una empresa local para construir una refinería y un complejo petroquímico en el noreste de China, una inversión valorada en 10.000 millones de dólares (unos 8.810 millones de euros).
El viaje es la tercera parada de la gira asiática emprendida por el gobernante saudí, que trata de reforza sus alianzas en el este para recuperar su imagen internacional tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Pekín, como ya ocurrió en Pakistán e India, respaldó a MBS y cuidó sus crecientes relaciones con el reino, basadas en el abastecimiento energético y la complementariedad de los planes de desarrollo económico de ambos países.
Además de este acuerdo petrolero –Aramco suministrará el 70% del crudo al complejo-, se han rubricado otros en ámbitos como las finanzas, el transporte marítimo, las energías renovables o la lucha contra el terrorismo.
El interés en mantener unas relaciones fluidas es mutuo. China es el primer cliente del petróleo saudí, mientras que Riad se ha convertido en el segundo abastecedor de combustible del gigante asiático después de Rusia. Pekín confía en mantener esta seguridad energética y el país, como potencia regional en Oriente Medio, es clave para el éxito de su multimillonario programa de infraestructuras en Eurasia basado en revitalizar la antigua ruta de la seda. Para Riad, las inversiones chinas son una prioridad para su plan Vision 2030, que busca diversificar la economía del país.
“Obviamente Arabia Saudí tiene preocupaciones en el terreno político por el caso Khashoggi y hay una clara consideración por recuperar la imagen del príncipe heredero mediante la visita a un país como China, que es miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero la principal razón de la visita es la economía del país, que es cada vez más dependiente de Asia y particularmente de China. Incluso sin el incidente de Khashoggi, Mohamed Bin Salmán hubiera viajado a Pekín este año”, sostiene Ding Long, director de la Academia de Estudios de Oriente Medio de China.
Dando fe de este pragmatismo, ambos países ignoraron durante la visita del príncipe heredero sus respectivas polémicas en materia de derechos humanos. Ni China pidió explicaciones sobre el asesinato de Khashoggi (nunca las ha pedido) ni MBS sacó a relucir la situación de la minoría musulmana uigur en Xinjiang, donde miles de personas viven en campos de internamiento en los que, según las organizaciones de derechos humanos, se violan sus derechos básicos. Pekín rechaza sistemáticamente estas acusaciones y sostiene que se trata de centros de formación profesional para evitar el avance extremismo religioso en la región. “Ambos países se enfrentan a la amenaza del terrorismo y el extremismo, por lo que deberían fortalecer su cooperación para salvaguardar su seguridad y estabilidad”, afirmó el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, tras reunirse con su homólogo saudí, según Xinhua.
China media su creciente relación con Arabia Saudí con su tradicional apoyo a Irán, el gran rival regional de Riad. Apenas un día antes de la llegada de MBS, el presidente Xi se reunió con el presidente del parlamento iraní, Ali Lariyaní, al que prometió que “la determinación de China de desarrollar profundo vínculo estratégico con Irán no cambiará” independientemente de las tensiones en Oriente Medio, informa Reuters. Pekín ha logrado de momento mantener este delicado equilibrio entre ambas potencias regionales al no inmiscuirse en sus rifirrafes. Tampoco ninguno de ellos ha criticado la neutralidad de Pekín en su disputa, que en los últimos años incluso se ha propuesto como mediador.
Los comentarios están cerrados.